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El castillo de arena: una metáfora sobre la desigualdad.

Foto del escritor: Fernanda HoyosFernanda Hoyos

Hablar de #desigualdad y #pobreza, es quizás uno de mis principales dolores frente a lo que es hoy el mundo. Sí, quizás hablar de pobreza desde el privilegio puede sonar redundante y con falta de un piso real.


Sí, soy una mujer que ha nadado plácidamente en las aguas del privilegio, de tener la libertad de tomar decisiones que me han permitido, si bien asumir un sinfín de consecuencias, de vivir la experiencia de disfrutar la vida, ser productiva y poder contar historias, sustento del propósito frente a lo que soy y lo que quiero ser.


Así que, si bien es indispensable hablar con la información en la mano frente a la desigualdad, me gustaría abordar este tema desde un lugar distinto.


Hace poco, revisando la galería de mi teléfono, encontré la siguiente foto:



Me gustaría, primero que todo, contextualizar al lector: esta foto la tomé hace algunos meses en una playa pública, donde todos los que estábamos disfrutando de este espacio, teníamos el mismo derecho de estar ahí, solo por el hecho de “estar”.


Así las cosas, frente a un objetivo similar: construir un castillo de arena, los niños de la parte izquierda, habitantes del territorio, llegaron con su madre, una mujer joven de no más de 30 años y un tercer pequeño, de menos de un año de edad. Por su parte, los niños de la derecha, junto con sus familias, eran igual que yo, visitantes transitorios de este lugar, cuyo objetivo era disfrutar el tan anhelado y escaso mar, sensación que seguramente comparten la mayoría de personas que vivimos condensados en el caos de ciudad.


Debo admitir que, desde mi privilegio, tomándome una cervecita fría, recibiendo la brisa del mar, y los rayos de sol, me senté a observar, con fina calma, lo que empezó a pasar alrededor de los protagonistas, quienes hoy inspiran esta publicación.

Y es que vámonos a lo básico, nuestros pequeños podían disfrutar en “igualdad” el espacio, el mar, la arena; podría decirse que, si planteamos un modelo metafórico (así como me gusta) este contexto de playa, brisa y mar es un fiel reflejo de nuestra sociedad, donde nuestros pequeños disfrutan el lugar de ser “ciudadanos”, donde en teoría, todos “nacemos iguales ante la ley” recibiendo un mismo trato frente a nuestras oportunidades y libertades.


Me encanta como suena esto, muy filosófico, ¿verdad? Pero volvamos a la foto, el estado de las cosas es que los pequeños de la izquierda, un par de hermanos, utilizan lo que tienen, sus propias manos para montar el castillo. Por su parte, los niños visitantes, además de hacer parte de un grupo de 5 niños, previamente construido por lazos de confianza e identidad, cada uno posee sus respectivas herramientas de playa, como palas y cubetas, que además saben manejar, y que ponen al servicio para construir el objetivo común: construir un anhelado castillo de arena.


Debo admitir que, observar esta escena, generó en mi un montón de pensamientos, preguntas y por qué no, un poco de frustración por evidenciar, en una escena sencilla, el dolor de la desigualdad.

Pregunté a variadas personas sobre lo que veían en esta foto, a quienes admiro por su criterio, y encontré distintas respuestas: color, contexto, mentalidad, por cultura no se sienten identificados y por tanto, no hay colaboración entre ellos; en fin, tantas hipótesis que pueden nacer de una misma imagen.


Así las cosas, estos niños, sin saberlo, han despertado en mí, millones de preguntas frente a cómo podemos construir una sociedad más justa, donde exista un verdadero escenario de bienestar, siendo el castillo de arena, la versión playera del proyecto de vida de cada uno de estos niños.


Honestamente, si bien el mundo tiene tantos matices, problemáticas y dolores como personas existentes, donde a diario nos vemos enfrentados a la cantidad de malas noticias, donde abunda la violencia en todas sus manifestaciones, la inequitativa distribución de la riqueza, el mal usado poder, la destrucción, el colapso ambiental, la falta de libertad, la escasez en la prestación de los servicios básicos y la enfermedad, entre muchas tantas; estos niños me enseñaron que, una de las principales formas para aliviar la desigualdad es promover herramientas que le permitan a todos los seres humanos sentirse productivos, con propósito y hacer parte de una red de apoyo, para poder construir un poderoso castillo, que el mar no se lo lleve por la fuerza de las olas.


La educación y el fomento a la empresa desde la base, con enfoque en herramientas prácticas que permitan el cuestionamiento del lugar que ocupamos en el mundo, el saber hacer y el hacer, generaría modelos educativos que de verdad promuevan el bienestar en las personas, fortaleciendo su ser, sus capacidades y el aporte que gestamos ante el mundo; ese es el verdadero lugar de la educación como elemento de transformación.


Sentirnos útiles, productivos y generar riqueza desde el propósito, como actores sociales, no debe ser una cuestión del privilegio, es una necesidad desde la base.


La sociedad pide a gritos que, todos los seres humanos tengamos herramientas prácticas, independientemente del lugar que nacimos, junto con propósitos claros, que den respuesta a nuestras propias necesidades y generen valor a nuestras comunidades y entornos.


Además, nuestra sociedad pide a gritos que, rompamos con los estereotipos frente al otro, ¿Cómo sería de distinta la foto si los niños hubieran decidido trabajar juntos en la construcción del castillo de arena? Desde ahí radica la mal entendida competencia, culturalmente arraigada en nuestro pensamiento, por una colaboración común para alcanzar el objetivo. Seguramente, el castillo de nuestros protagonistas, pudo haber sido impresionante, de haber aprovechado el conocimiento de los lugareños junto con las herramientas de los visitantes. ¿Qué importante es entender que todos, siempre tenemos algo que aportar?


Ser empresario, no debe ser un atributo enmarcado a unos pocos beneficiados; ser empresario debe significar tener el poder de transformar, de generar ingresos, de ser actores de transformación social y de promover modelos que garanticen seguir disfrutando de nuestros variados ecosistemas. Ser y sentirse empresario es una herramienta clara para cerrar las brechas de pobreza: permitir que todos los seres humanos tengan herramientas para decidir qué y cómo quieren ser.


Hoy puedo decir que, sueño con un mundo donde la pobreza sólo esté en los museos, empezando por los millones de niños que son representados en esta fotografía, para que tengan la posibilidad de reconocer y promover sus capacidades y así, sentirse poderosos al ser quienes son, promoviendo escenarios de productividad, de igualdad, de construir el mundo que ellos quieren tener, independientemente del lugar o el privilegio donde nacieron, de sentirse parte de una sociedad que les brinda las herramientas necesarias para que ellos puedan tomar decisiones favoreciendo su propio bienestar, el de su comunidad y del mundo que habitan. Hoy puedo decir que, le apuesto a un mundo donde lo social no sea reconocido como un elemento de tercer nivel, sino que la visión de lo social sea parte esencial en la agenda de los modelos educativos, de los emprendimientos, de las empresas y de la agenda pública; para que juntos, rompamos con el castillo de arena de la desigualdad.


¿Cuál es tu opinión frente a la desigualdad? Cuéntanos tu percepción, comparte este post y hagamos cada vez más grande esta comunidad que cree en un mundo donde la pobreza sólo debe estar en los museos.


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